lunes, 14 de diciembre de 2009

Nimia

La conocí casi a la fuerza, nunca estuve de acuerdo en sentarme con ella y hablar sobre la vida. Pero qué remedio... me insistieron mucho, me dijeron que no estaba demás y además me pagaron la consulta; así que dije bueeeh ¡qué diablos!, escucharé lo que tiene que decirme.
Nos sentamos frente a frente en una mesita de madera pequeña. Su consultorio era un cuartito casi a la entrada de su casa, tenía la luz prendida aunque parecía innecesario pues era muy temprano en la mañana. La luz amarilla del foco dejaba ver el maltrato del tiempo en la pintura celeste pastel de las paredes. Entré y me senté, ella cerró la puerta. ¿Qué puedo hacer por ti? preguntó. "Dime tú", respondí. quise dármelas de vivo con ella, pero luego pensé que esa respuesta la debe haber escuchado miles de veces de escépticos como yo.
"Dame tu mano" dijo, mientras me tomaba de la muñeca, comenzaba a sentir mi pulso y a mirar las formas de las líneas de mi mano. Me observó un rato y me sentí incomodo por eso, porque la mirada de la señora era penetrante y a pesar de que no quitaba sus ojos de los míos, yo sentía que ella podía percibir en ese momento todos mis movimientos involuntarios; la tensión de mi mano, mis parpadeos, la sonrisa nerviosa, el acomodo del cuerpo en la silla, el cambio de posición de las piernas. Me pareció de momento que absolutamente todo era visible para ella. Luego me soltó y habló.
Debo reconocer que Nimia fue increíblemente acertada en su diagnóstico; repasó sin problema alguno todas mis complicaciones medicas y emocionales. Sin embargo, hasta ahí no había dicho nada que yo no supiera y eso me estaba molestando. Decidí presionarla un poco y preguntar sobre mi futuro, En general, podríamos agrupar las "curiosidades" de las personas en cuatro grupos de interés: Amor, Dinero (o Trabajo), Salud y Viajes; no quise profundizar en ninguna de las categorías así que le pedí que me diga de todo un poco.
Abrió un pañuelo de color rojo sobre la mesa y sobre él puso una pequeña bolsa de tela con hojas de coca; dijo algunas palabras que no entendí y las fue dejando caer sobre el pañuelo. Su rostro cambió casi al instante mientras revisaba con cuidado las hojas en la mesa. Algunas volteadas, algunas separadas y otras traversas, para mi no había mayor sentido ahí. Nimia tomó mis manos y me volvió a mirar a los ojos, esta vez no intentaba leer en el fondo de mi alma, esta vez su intención era captar mi atención pues el mensaje era uno solo. Tu vida peligra.
Ella a quien tu amas habrá de causarte la muerte. ¿Qué? pregunté confundido... ¿estás loca?. Para ti será imposible de aceptarlo y a nadie creerás una cosa como esta amigo mío, pero el destino es así de insano algunas veces, ella va a matarte y punto. No tengo más que decirte, lo siento mucho. Entonces temblé igual que temblaban las hojas al caer de la bolsa aunque trataba de disimularlo. Pregunté muy serio. al menos dime ¿Cuándo pasará? ¿como?. Sonrió nada más y no quiso contestarme.
Volvimos a casa y no quise decirle nada sobre aquella extraña conversación.
Han pasado seis semanas desde entonces y una vez más he vuelto a despertar de una pesadilla recurrente: llego a casa luego del trabajo y ella, que llegó un poco antes, está en la cocina preparando la cena. Me acerco, pero algo anda mal, discutimos por algún sinsentido y yo no puedo dejar de mirar el cuchillo que ella aun sostiene en la mano mientras se acerca a mi molesta, gritamos alterados el uno al otro y en un momento ella me señala; entonces no puedo más, las palabras de Nimia resonaban en mi interior como un ensordecedor grito de alerta, entonces salto sobre su brazo derecho para quitarle el cuchillo, ella entra en pánico y retrocede... corro hacia ella torpemente mientras a los lados se caen los utensilios de la cocina haciendo rajaduras sobre el piso de mayólicas. No puedo detenerme, caigo sobre ella. Al final, mis manos sobre el piso frío y un flujo de sangre corre desde mi pecho. La profecía entonces está cumplida y mi visión se borra mientras trato de levantar mi mirada hacia la de ella.
He vuelto a despertar de esa pesadilla y me fui al baño a lavarme la cara. Miro mi rostro de desconcierto y en mis ojos, muy en el fondo, puedo todavía ver la fría sonrisa sin respuesta de Nimia.